Escrito hace casi 70 años, vigente como si hubiera sido hoy

“Quizás la esencia del punto de vista liberal podría resumirse en un nuevo decálogo, no destinado a reemplazar al anterior, sino solo a complementarlo. Los Diez Mandamientos que, como maestro, me gustaría promulgar, se pueden exponer de la siguiente manera:
1.- No te sientas absolutamente seguro de nada.
2.- No creas que vale la pena proceder ocultando evidencia, porque la evidencia seguramente saldrá a la luz.
3.- Nunca intentes desalentar el pensamiento, porque tendrás éxito.
4.- Cuando te encuentres con la oposición, aunque sea de tu marido o de tus hijos, esfuérzate por vencerla con argumentos y no con autoridad, ya que una victoria dependiente de la autoridad es irreal e ilusoria.
5.- No respetes la autoridad de los demás, ya que siempre se encuentran autoridades contrarias.
6.- No uses el poder para suprimir las opiniones que considere perniciosas, ya que si lo haces, las opiniones te suprimirán a ti.
7.- No temas ser excéntrico en tuopinión, ya que todas las opiniones ahora aceptadas alguna vez fueron excéntricas.
8.- Encuentra más placer en la disidencia inteligente que en el acuerdo pasivo, ya que si valoras la inteligencia como deberías, la primera implica un acuerdo más profundo que la última.
9.- Sé escrupulosamente sincero, incluso si la verdad es inconveniente, ya que es más inconveniente cuando intenta ocultarlo.
10.- No sientas envidia de la felicidad de aquellos que viven en el paraíso de los tontos, porque solo un tonto pensará que es felicidad.
Esto se lo dedico a todas aquellas personas que alguna vez me han dicho cosas como “Preguntar es peligroso”. “De este tema no se debe hablar”. “No tienes autoridad para hablar de esto”. “No puedes dudar de algo totalmente aceptado”. “No deberías hacer más caso a los que dudan que a los que saben mucho”. “No puedes decir esto porque nadie más lo piensa”. “Tienes que respetar mi autoridad”.
Con 8 años me hicieron un test psicotécnico en el colegio. Mi respeto por la autoridad era literalmente cero. Llamaron a mis padres preocupados porque tenían miedo de que fuera una niña conflictiva. No lo era. Simplemente me parecía que lo que decían los adultos no tenía por qué ser respetado solo porque lo dijeran ellos. No he cambiado ni un ápice. No respeto ninguna opinión que viene marcada por la autoridad, sólo por la honestidad de pensamiento.