El gen de la monogamia
Las vidas amorosas de diferentes subespecies de ratones de la pradera proporcionan también luces acerca de los mecanismos cerebrales de la monogamia, rasgo presente sólo en el 5% de los mamíferos. Los ratones de la pradera son excelentes consortes que forman lazos vitalicios y monógamos después de sus cópulas maratonianas. Los ratones de montaña, en cambio, nunca se atan a una sola pareja. La diferencia, según han descubierto los científicos, es que los ratones de pradera tienen el equivalente de un gen de la monogamia, un diminuto trozo de ADN del que carecen los de montaña. (…)

Hasta donde los investigadores saben, los machos humanos presentan conductas dentro de un espectro que va de totalmente polígamas a totalmente monógamas. Los científicos suponen que esta variabilidad puede depender de diferentes genes y hormonas. Hay un gen que codifica un tipo particular de receptor de vasopresina en el cerebro. Los ratones de la pradera que tienen este gen cuentan en sus cerebros con más de los mencionados receptores que los ratones de montaña; como consecuencia, son mucho más sensibles a los efectos emparejadores de la vasopresina. Cuando los científicos inyectaron este gen “ausente” en los cerebros de los ratones de montaña, los machos normalmente promiscuos se volvieron monógamos al instante, ligados a la pareja como papás hogareños.
Los machos que disponían de una versión más larga del gen receptor de la vasopresina mostraban más monogamia y pasaban más tiempo cuidando y lamiendo a sus cachorros. También mostraban mayor preferencia por sus parejas, incluso cuando se daba la oportunidad de una escapada con una hembra joven, fértil y con ganas de flirteo. Los machos dotados de la variación más larga de genes son las parejas más responsables y dignos de confianza. El gen humano cuenta por lo menos con diecisiete longitudes. Por ello una broma habitual entre las científicas es que deberíamos preocuparnos más por la longitud del gen de la vasopresina que por la longitud de cualquier otra cosa.
La monogamia masculina puede estar, por tanto, predeterminada para cada individuo y ser transmitida genéticamente a la siguiente generación. Es posible que los padres dedicados y las parejas fieles nazcan y no se hagan, ni se forjen según el ejemplo del padre.